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Queridos todos:
Alguien muy querido me decía hoy que podría escribir algo sobre el liderazgo e inmediatamente pensé “¡qué difícil!”.
Fíjense que el tema del liderazgo siempre me ha parecido escabroso, como si me diera miedo hablar de los líderes. Quizás porque ante la complejidad me apabullo, pero me lanzaré a decirles lo que mi corazón ha interpretado que representan mis grandes líderes.
Primero, me permitiré ser un poco presumida y les contaré, llena de orgullo, que a lo largo de mi vida he conocido grandes líderes y trataré de describirles las cualidades que me han hecho pensar tan alto de ellos.
Toda la vida me ha apasionado la estructura mental de los grandes líderes.
Cómo analizan un problema y es increíble la manera en la que rodean la complejidad para dar un resultado. Los líderes yo diría que tienen una estructura mental sencilla, cosa que como todos ya sabemos es complejo.
Diría que el carisma, es la primera cualidad de los líderes y es increíble. El carisma no entendido como bondad o simpatía, no, he conocido líderes carismáticos tremendamente silenciosos, otros extremadamente escépticos, unos muy enojones, pero al fin y al cabo todos son carismáticos.
Los líderes atraen, por una u otra razón, pero creo que siguen un patrón. Todos son terriblemente ellos, autosuficientes, independientes, bien plantados, ¡wow! De esas personas que no solo saben que quieren sino hasta saben qué quieres tú.
Por eso son carismáticos porque son ellos, son lo que son y esa transparencia del alma es lo que atrae, y a mí eso me impresiona.
Luego uno los va conociendo más y uno se da cuenta que estos increíbles líderes saben que quieres porque se dan el tiempo. Tiempo para conocernos, analizarnos y evaluar nuestras habilidades. Muchas veces esas habilidades que ni uno se reconoce. Nos dedican tiempo sin estar muchas veces con nosotros, es decir, a estos líderes les importas, y no solo uno, le importan todos, o bueno casi todos.
Uno descubre que estos líderes, si estos que antes de preguntarte por tu trabajo te preguntan “si, pero ¿cómo estás tú?”, estos líderes que te regañan porque puedes dar más o estos líderes que te escuchan sin interrupciones riéndose por dentro de tú hermosa maraña de pensamientos.
Todos esos líderes son tan humanos que les importan los humanos, estos líderes son empáticos y su empatía insisto nace de como dice la definición de internet “su capacidad de sentir afecto, comprensión y solidaridad hacia las demás personas”.
Los líderes que he conocido tienen mentalidades críticas, un enorme sentido común, gran capacidad de abstracción y síntesis.
De algunos de ellos me maravilla la capacidad para recordarlo todo, y si no al menos poder unir los puntos de nuevo en cuestión de segundos.
He conocido líderes minuciosos, preocupados por los detalles, y otros al revés enfocados en los grandes conceptos de las cosas. Tiendo a pensar que el estilo no tiene que ser el mismo para todos los líderes, finalmente depende también del tipo de trabajo y los resultados que se esperan del mismo. Pero si algo tuviera que decir de todos es que tienen claro su criterio, no brincan entre uno y otro estilo. Me parece que esto es parte de su autenticidad.
He sido afortunada, he aprendido que los estilos no definen a un líder, diría que es el líder el que define su estilo. He tenido líderes que al verlos entrar por una puerta se les nota su estado de ánimo y otros que difícilmente se puede leer lo que piensan.
Todos tenemos o seguimos patrones mentales relativamente estables, pero en los líderes que he conocido los patrones no son fijos, incorporan las enseñanzas y avanzan. A lo que quiero llegar es que los líderes que me han enseñado se crean constantemente. De algunos me ha sorprendido la velocidad de ajuste y de otros me ha sorprendido la diversidad de pensamientos nuevos que son capaces de generar. Y si se tiene la oportunidad de escuchar estructurar soluciones a un líder ese momento es para mí uno de los más grandes momentos de la vida, se aprende de escucharlos.
De todos recibí regaños cada uno con su matiz y estilo.
De algunos regaños, hoy ya me río, pero vaya que si lloré, pero de los errores realmente graves que cometí y que en algunos casos costaron dinero, de esos errores, nunca recibí regaño. En esos momentos recibí comprensión, apoyo y ayuda inclusive alguna broma que rompiera mi tensión emocional. De eso concluyo que cuando uno se equivoca, que además no olvidemos que es humano, uno no gana nada pisoteando al ser ya de por sí triste y preocupado, en esos momentos los verdaderos líderes, escuchan y apoyan, dan ese aliento que el alma agradece y no olvida.
Los errores son para aprender, y como diría uno de mis queridos líderes “¿qué haremos para que esto no nos vuelva a pasar?”, y esa pregunta me la sigo haciendo cada vez que me vuelven a revolcar las olas y no sé que es arriba y que es abajo.
También he tenido la suerte de tener líderes sinceros, que abren su corazón para platicar de temas personales complejos, sin filtros, he podido verlos en etapas diferentes y su sinceridad siempre ha reafirmado mi lealtad.
¿Cómo no ser leal a unos líderes como los he descrito?
También han sido líderes humanos que a mis ojos han cometido errores, ojo, los líderes no son perfectos. A veces muchos de nosotros le exigimos perfección a los líderes, recuerden siempre que igual que nosotros los líderes se equivocan quizás la diferencia entre esos grandes líderes y yo es que cuando se equivocan, son lo suficientemente sinceros con ellos mismos, tienen la suficiente seguridad para levantarse del piso, aprender, cambiar y continuar. Sin negar que cometieron un error, sin encubrir, sin echar culpas, con dignidad, bien plantados.
Caray ahora que lo pienso, creo que todos han sido o son, obstinados.
Ideas firmes cuando se trata de empujar, empujar gente, empujar ideales, empujar a veces sin mucho quorum, a veces solos, pero al final ese carisma termina por convencer.
Estos líderes han demostrado una pasión muy grande, ahora que lo pienso quizás ese es como el motor. Líderes apasionados, fuertes de espíritu, ¿nunca han sentido esas ganas como de guerrero romano de decir yo por él si peleo hasta la muerte?
Bueno pues ese líder es sin duda del que hoy estoy hablando, ese que te enorgullece decir que es tu líder, te sientes hasta engrandecido, nos hacen sentir orgullosos de formar parte de su equipo, tienen esta habilidad de sacar lo mejor de uno y además todavía tienen el descaro de agradecerte por ser quién eres y dar lo que tienes, ¡vaya que he tenido suerte! Mucho que agradecer.
Estos líderes también quiero decirles que tenían mal carácter. Unos más que otros, unos más explosivos, y al recordarlo me río porque me acuerdo de tantas historias. Esa es una razón por la que me gusta escribir, porque me permite recordar.
Quizás lo que debería decir es que estos grandes líderes tenían su carácter, y si le unes lo obstinados he de decirles que uno a veces no quería ni hacer contacto visual no fuera a ser que recordará algún regaño pendiente, uno buscaba los momentos oportunos para hablar de ciertos temas, pero lo que sí es verdad es que todos tenían estos momentos en los que escuchaban, quizás no en el momento de la explosión, pero después podían hasta reírse de sí mismos y abrirse a discutir opciones, inclusive diría que ante buenas ideas, corregían y aceptaban. Me parece que es apertura. Eran abiertos a escuchar más allá de su enfado o quizás también es humildad.
Líderes que se aceptan mejorables y que aceptan de su gente ideas nuevas.
También he de decirles que los líderes que conocí tenían un interés profundo por la juventud, por el desarrollo de talento, por escucharlos y verlos crecer.
He tenido la suerte de sentir la lealtad de los líderes por su equipo, por mí. Viví momentos en los que ellos dieron la cara por nosotros, así como por mis errores, siempre he pensado que esos son los verdaderos líderes.
Los líderes que se enfrentan por sus equipos pero que también saben cuando mandarte a enfrentar tus batallas para aplaudirte en tú regreso triunfal o curarte las heridas y darte buenos consejos.
Los líderes saben cuando son ellos los que ponen el cuerpo, el alma y el corazón para defender a su equipo. La lealtad va de ida y de regreso, eso hace un verdadero y gran líder.
Uno de mis líderes me enseñó a no dejar pasar los detalles sin cerciorarme de que no me reventaran en el futuro, otro me enseñó la empatía, el cariño por la juventud, me enseñó que hombres y mujeres podemos lograr lo mismo solo es cuestión de entender las necesidades de cada uno, otro más me enseñó la prudencia, la espera, me enseñó a no quitar el dedo del renglón, “sin prisa pero sin pausa”, dice, me enseñó a pensar el resultado esperado y enfocar mis esfuerzos en eso.
Los líderes que he conocido enseñan, no solo con su ejemplo, enseñan con la interacción, con los cuestionamientos, con su guía, uno no se salva de ser tocado por un verdadero líder. Los líderes enseñan, nos cambian, mejoramos. Son ellos mismos los que hacen que sus vidas no pasen desapercibidas.
Hay una frase que dice: “El sentido del humor es parte del arte del liderazgo, de estar con la gente, de hacer que las cosas sucedan” de Dwight Eisenhower. Desde que la leí hace ya muchos meses me llamó la atención ¿qué tiene que ver el liderazgo con el sentido del humor?
Pues no lo sé, pero lo que sí les puedo decir es que mis grandes líderes tienen ese sentido del humor.
Dicen que los líderes se hacen, están forjados en base a un buen material, pero se curten con las experiencias y los años. Yo quiero pensar que de esta época sacaremos grandes líderes para el futuro, líderes que entendieron que lo importante es la gente, la velocidad de cambio, la visión de largo plazo, la empatía hacia el ser humano, obstinados por ver lo que será y no lo que ya no fue.
Los invito a ser juiciosos de su liderazgo, de lo que hacen bien, pero también de lo que hacen mal. Busquen formar equipos basados en la confianza que los retroalimenten, seamos grandes líderes porque de esos son de los que necesita nuestro mundo.
Besos